En 2018 tuve mi primera recaída en más de siete años. Sospechaba que iba a suceder; había estado trabajando en dos proyectos muy estresantes durante varios años, era voluntaria en dos organizaciones y trataba de mantener mi vida personal activa. Algo tenía que explotar en algún momento. Podía sentir cómo el estrés me absorbía, así que decidí reducir mis responsabilidades.

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