#aedemcr
Nuestra psicóloga Helena Barahona va a realizar publicaciones en nuestras redes para poder llegar a todos los afectados que lo necesiten colaborando con nuestra asociación.
Aquí va la primera.
Estamos acostumbrados a ver el telediario por las noches: es casi un ritual. Antes de dar por acabado el día, después de hacer todas nuestras tareas, ponemos la televisión y esperamos que nos cuenten las noticias del día. Así, mientras cenamos, Matías Prats nos cuenta tragedias de todas las especies: terremotos, homicidios, accidentes múltiples… Nos conmovemos el tiempo justo hasta que nuestra pareja nos pide que le pasemos la sal, y esa pequeña distracción hace que olvidemos el disgusto momentáneo y continuemos felizmente con nuestra vida.
Y es normal, porque son las noticias, no son nuestras noticias.
Nuestra mente está preparada para asumir cualquier desgracia… a condición de que no nos afecte directamente. Pero si los protagonistas de la noticia somos nosotros, la situación no es tan sencilla. No se puede continuar con nuestra vida, como si nada ocurriera, cuando nos dan un diagnóstico que -irremediablemente- va a trastocar toda nuestra vida. Eso es lo que ocurre cuando nos diagnostican la esclerosis múltiple. Ni el médico que nos informa suele tener el tono de voz de Matías Prats ni -desgraciadamente- suele tener la formación adecuada para transmitir este tipo de noticias.
No es fácil informar de un diagnóstico que modifica permanentemente la vida de alguien, pero tampoco es nada fácil de asumir por quien lo recibe. Y, desgraciadamente, ni los médicos ni las personas que recibimos estos diagnósticos, hemos sido formados para aprender a transitar por estas situaciones. Nos encontramos ante momentos transcendentes en nuestra vida, pero nadie nos ha preparado para ellos. El médico nos informa, nos cuenta brevemente algo sobre nuestros síntomas, y salimos de la consulta cargando un peso que no sabemos cómo llevar, que nos ancla al suelo como si no pudiéramos dar un sólo paso sin suponernos un esfuerzo casi imposible, y que no sabemos cómo hacer para conseguir aliviar -aunque fuera levemente- esa carga que nos acaba de caer sobre todo nuestro cuerpo.
Recibimos la noticia como quien espera una caricia de su pareja y recibe un puñetazo cruzado de Mike Tyson. Nadie está preparado para un golpe a traición de Mike Tyson.
¿Qué podemos hacer ante eso? ¿Cómo se encaja un golpe de Tyson? No podemos hacer como si nada hubiera sucedido: nos ha golpeado, nos ha hecho daño -mucho daño-, y nos ha dejado en la lona pensando si levantarnos o quedarnos a vivir para siempre en la lona. Al fin y al cabo, ¿para qué levantarse? ¿Para recibir otro golpe que nos noquee definitivamente?